lleve lejos de la orilla,
unidos nuestros cuerpos
y las almas, por la brisa,
lleguen al feliz infierno
donde el pecado se anida.
Ojalá formen reflejos
de sangre, mientras me miras,
y tu escarcha nuestro fuego
sin recodos la derrita.
Miraría en vuestro espejo,
cómplice de tu malicia
y mis alfiles negros
por ti repiquetearían.
Para Isabel.
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